DE CORAZONES...
Hace tiempo en alguna página de “El amor en los tiempos cólera”, leí una línea que dice “El corazón tiene más cuartos que un hotel de putas”. No sé de la capacidad de albergue, de lo divididos que puedan estar dichos lugares. Siempre he sentido que el corazón es como un gran prado verde en donde pastan los afectos. La función del corazón es bombear sangre, pero tradicionalmente se han ubicado allí, según el imaginario colectivo, el amor y alma. El corazón puede tener ojos, brazos, alas, garras, puertas, ventanas o playas. Puede también convertirse en un caldero, una hoguera, flotar como un barco o asustarse como un venado; o lo parten, remiendan, trasplantan, lo reparten, se pierde, duele y respira. El corazón se alimenta, se seca, se hace pequeño y crece de nuevo. Hay quienes, pareciera, nacen sin este órgano para ir por el mundo ejerciendo el oficio de verdugos.
Existen los corazones gitanos, ingratos, pendencieros y aburridos. Al corazón se le canta y se le escribe. Los santos lo cargan en la mano y les sangra. A veces un corazón tiene tantas espinas como un alfiletero de modista incipiente. El símbolo, ese simple trazo que lo representa y que siempre rodea a la Susanita de Quino, está relacionado con prácticas religiosas antiguas. El corazón es pagano, infiel, traiciona y es traicionado. Nunca he visto un corazón vistiendo pantalones o falda, pero sé que llora. El corazón no conoce conveniencias, prejuicios y a veces juega a ser democrático. Sordo por temporadas, usualmente el corazón habla más de la cuenta.
En numerosas culturas ancestrales, comer el corazón del enemigo era práctica habitual de los guerreros. Hoy día, junto a los guisos de riñón e hígado, el corazón es platillo de hábiles y ahorrativas cocineras. No son los enemigos los que proveen dicho ingrediente, sino reses y cerdos para tranquilidad de todos... “Corazón de melón” me sabe a sorbete y se derrite, peras y manzanas gozan de corazón; todos buscan el corazón de la alcachofa, relamiéndose los dedos.
No pensar con el corazón es recomendación habitual para las mujeres. Muchos son los convencidos de que el disco duro de las damas está ubicado en algún rincón de este músculo hueco ovoidal, presunto culpable de cuanto descalabro pasional pueda ocurrir. Aorta, pericardio, aurícula, ventrículo, diástole, sístole, jamás se utilizan en la jerga amatoria. ¿Cómo sonaría decir...”Hola, ventrículo mío”. Es sólo y simple corazón.
Las corazonadas son adelantos de noticias, señales de alarma que el cerebro, tan racional y complejo, pocas veces escucha. Un corazón puro debe ser aséptico y quizás antipirético. Al corazón lo ataca el hipo y es lo que los galenos especialistas en la materia denominarían taquicardia. Si el amor es inquilino permanente del corazón y éste –el corazón- es competencia de los cardiólogos ¿por qué no curan ellos el mal de amores? ¡Mudemos el amor entonces! Psiquiatras y sicólogos se encargan del asunto, trasteando dicha “patología” del corazón a la cabeza... Pocas veces con resultados favorables.
Con el corazón en los pies caminamos la tristeza, el desencanto. Un balsero gritó que no podría morirse porque su corazón no estaba allí, y se sospecha que pueden verlo desandando en la oscuridad de cualquier costa. “Amor mío”, “Mira corazón”, frases comunes y muy venezolanas que a diario se escuchan en oficinas y almacenes, hacen de secretarias y dependientas el corazón del público en general. Tener el corazón en el bolsillo suele indicar que el indiciado/a es pichirre a morir. El corazón de la ciudad está abarrotado de autos, mercaderes, basura y peatones casi infartados ante cada semáforo cuyas luces no funcionan. El corazón es rojo o así lo pintan. ¿A quien le gustaría recibir un corazón negro?
Desde su imaginación, escritores y cineastas han viajado al corazón de la tierra, pero geólogos y científicos que osaron echar una miradaa través de volcanes y fumarolas, dan fe de la sangre incandescente que fluye por la venas del planeta, y que puede acabar con ciudades enteras como sucedió en Pompeya.
El corazón en la boca lo tenemos todos al salir del banco los días de quincena. El corazón robado, el ladrón de corazones. Víctima y victimario sin juez ni ley que los meta en cintura. Los amantes furtivos casi lo escupen a pedazos ante la posibilidad de ser pillados en falta por un tercero agraviado...
Hay bocas en forma de corazón que dejan huellas indelebles. Amor-corazón seguirá siendo una dupla imbatible. Tal vez con este asunto de la tecnología, la manipulación genética, los micro chips, y demás trajines de los alquimistas del tercer milenio, tengamos dentro de poco hombres y mujeres sin corazón. Seres meramente funcionales, sin cargas emotivas, menos aún guayabos, entes dedicados exclusivamente a alimentar un mundo de artificios mecánicos. Pero mientras ese momento llega, el corazón seguirá siendo el mismo. Rojo o rosado, dulce o amargo. Ventrículo y latido que nos mantiene tejiendo historias cotidianas, vivos, pasionales, un tanto zafados y medianamente optimistas.
Elsa Sanguino.
Publicado en la revista Populus, edición 01, año 2006. San Cristóbal, Venezuela.
Obra: “Sólo corazón solo”. Escultura en arcilla.Elsa Sanguino.
Fotografía: Eugenio Miranda. 2004.
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