Manón Kübler

Dos poemas

I
hagamos usted y yo un largo viaje por la casa de los
vivos. de esos ejemplares que, bien conservados pre-
guntan de usted y de mí. hagamos un alto en el recorrido
sobre su cama para sabernos vivas, que somos la parte
parecida a las tormentosas rayas de la noche, las que no
vemos, las que no probaremos nunca. deme usted la
parte de su cuerpo, esa orilla que nadie conoce, ni si-
quiera las intimidades de su baño ni los pudores discre-
tos de su espejo. quiero acostarme con usted a esta hora
para saber que la tengo debajo de una mano, las rodillas
en su riñón, su espalda repartida.

XXIII
quiere decir que sucumbo ante el acto más leve de orga-
nización y decir una de mis verdades a la mujer que amo
me horroriza. quiero decir que me atormenta la entrega
más nimia, como hablar en voz baja a un teléfono y sen-
tir que más allá es imposible amar. quiere decir que pa-
saré el resto de mi vida con los mismos terrores diurnos,
nocturnos, solares y tocar la tierra con las manos me
lleva, casi siempre, a la desesperación. quiero decir que
no dejaré jamás de usurpar, trastocar la realidad para que
se sepa de mí y de mis luchas que suelen ser éstas, las
que no me interesan. quiere decir de mis horarios, de
mis trastornos, de esta sola oportunidad de hablar en
textos que se queman solos porque me representan y yo
me siento singular y sola como un planeta. quiero decir
esto, sin más, la reconstrucción estricta de mi voz man-
chando las paredes en un acto irrevocable de humildad,
de desnudez. quiere decir nada, mi nada, la nada. la de
esta edad. la del apartamento que no me gusta. la de mi
almohada sosteniendo mi nuca para nadie, para esta
sombra que hace peso, que me obliga a recorrer los es-
calones como quien viene perdido de una guerra para
vivir o seguir muriendo en otra. la de los ausentes.

Textos pertenecientes al libro Olympia (1992) Caracas: Monte Ávila editores.

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