EL DESAMOR

II.

Aunque el desamor nos toque como a un espejo que se rompe,

donde solamente nos miramos una vez, los ocasos de la vida

que señalan otra jornada, pueden ser hermosos como la

sabiduría de una puesta de sol, a pesar de ser adiós.

Mas, no siempre los pájaros vienen a nuestra ventana.

Tampoco el poema ni el poeta son sólo fiesta. El clima

de saber, que a conciencia ya no podemos permanecer

en la calidez añorada de ciertas cercanías, nos hace taciturnos.

A pesar que son más flores las flores que no vimos,

bienvenidos al lamento la tarde, los gatos y la ausencia.


III.

Al parecer la vista quiebra hacia otras latitudes y quizás

se concentre en viejas permanencias. Aún así, es inútil quitarse

de encima la doble sombra, el destino terminado, la creencia

de que el río abrazará siempre profundo su afán de mar.

No pretendo con esta retórica sobre el desamor saber de

pasados ni de promesas. Atino más bien exiliar lo abrupto

aunque duela, la armonía tradicional, aunque fastidie.

Esto ayuda a resurgir para nuevas y necesarias bienvenidas.

Tampoco se anhela aquí explicar nada. No se piensa lo que se

siente. Y sólo se entiende con propiedad, de los otros, lo que de

vida en ellos también hemos vivido. Y si no se ha vivido, es más

sensato callar. Quien no tiene referencia del dolor no sabrá

la magnitud de la alegría.


XV.

Ahora, en mis momentos de soledad involuntaria que eran todos,

no podía con la angustia que deja el saberse abandonado.

Descolocado quería gritar con el grito de la soledad de un

estadio vacío. Pero estuve también allí en plena multitud y

la soledad fue mayor.


XVI.

Hiere hondo lo que no transgredí y nos sorprende. Hostiga

la imagen del asombro, vuelve, vuelve y sobresalta como una

alarma el corazón.

Abordamos con furia débil el doble filo de la palabra, la

emboscada del cuerpo, el relámpago que ha dejado cicatriz.

Y miramos en torno a lo que ha sido y ve lejano lo que sin

ella no será. Piensa y como boomerang vuelven los recuerdos.

Y la palabra como un hombre abraza, abrasa.

Alquimista nos exige el pensamiento. A canto nos llueven las excusas.

Cómo mirar la nada y hallarte. Confesar la limitada libertad. Decir lo

imposible de amar a plenitud. Nombrar la mediana lealtad ante lo eterno.

Y simplemente es el azar el que sugiere, encontrarte extensiva en el

instante, sin postigos para verte, no sujeta al pasado que te aferra,

dispuesta a desvivirte por un sueño. Todo para alegrarnos donde

antes estuvo lo perdido, para saberme vivo en tus nocturnos, para

trastocar el peso de la ausencia.


“El Desamor” Poemas de Carlos Angulo, publicados en 1988, en Barquisimeto, Estado Lara

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