La intención correcta

La intención correcta
¿Por qué hacemos las cosas? ¿Qué sentido tienen nuestros actos? El miedo o la avidez pueden estar presentes, pero para que aflore lo mejor de cada ser humano se requiere serenidad y altruismo.

5 experiencias insólitas en la vida cotidiana
En ocasiones es bueno alterar o incluso invertir los procesos mentales que, con el tiempo, forman patrones de comportamiento que condicionan la intención con la que hacemos las cosas. Hay muchos modos de conseguirlo.
No es preciso viajar a lugares exóticos o ingerir sustancias psicodélicas para contemplar la realidad con otros ojos. Puede bastar con cambiar por un momento de actitud.

  • Escuchar el silencio. Necesitamos del silencio para poder relajarnos y pensar con claridad, pues el ruido constante nos aturde y quita energía. Pero el silencio no es solo la ausencia de sonido. Podemos adiestrarnos para ser conscientes de su presencia en medio de las más variadas situaciones, incluso escuchando música.
  • Agradecer lo cotidiano. Es común quejarse por cualquier cosa que perturbe nuestra comodidad. Pero no solemos agradecer las muchas cosas que en la casa funcionan debidamente y nos facilitan la vida: la puerta que abre y cierra, la cama que nos acoge cada noche, el agua que nos limpia o el fuego que calienta la comida…
  • Amar el espacio. Ser más conscientes de la realidad del espacio es una terapia recomendable y poco conocida. Sin su invisible presencia no habría lugar para nuestro cuerpo, ni los sentidos captarían información, ni habría movimiento. Tanto en plena naturaleza como caminando por la calle podemos apreciar su vibrante vacuidad.
  • Alegrarse de la felicidad ajena. Solemos estar pendientes de nuestros propios deseos y nos alegramos cuando las cosas nos van bien. Incluso a veces con mayor placer si otros no logran tener lo que nosotros sí poseemos. Pero es también divertido y reconfortante participar de la alegría de los demás: bonitas risas y sonrisas, niños que juegan…
  • Refrescarse en el presente. Recordar el pasado o proyectarse en el futuro suele provocar dolorosas nostalgias o frustración por no tener lo que anhelamos. Pero podemos sentir simplemente el momento presente, sin tensiones, disfrutándolo allí donde estemos y con quienes lo compartamos.
  • Fuente: Revista Cuerpomente. España. Diciembre, Nª 224

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