Equinoccios
I
Allí
cada fracción
cada poro
Crees en inmensidades
dentro del contexto
de lo cotidiano
Pero ignoras que en espirales
voy por sobre el límite
de tu dermis aletargada
Soy y no sabes...
II
Tengo el espacio, muros de figuras forjadas en piedra, el rojo de la flor en el negro fondo de la tela. La necedad y el miedo cabalgando en la médula. Por sobre el desorden de líneas, bemoles, la piel oscura y tibia al contacto. Eros afianzado detrás de los ojos y la tristeza al no querer partir. Regresar a un lugar. Allí, sólo a morir. El tiempo recorre la memoria para convertirla en pasado. No tengo sombra. Solitario, adolorido, ausente, como si no bastara con lo que tenías la hurtaste. Esa sombra que me acompañó hasta tu puerta, anidó conmigo en lo alto del árbol de filigranas, siendo una voluta más en el caprichoso dibujo de la hoja. Sí, ella se fue embelesada creyendo al igual que tú que no importa, que no punza adentro, la palabra impronunciable.
III
Yo
infinita
desorbitada en la idea
y
tú
en el dolor
transparente
por sobre las cicatrices corporales
incrustado en lo profundo
La claridad penetra
punzante en la retina
libera los efectos
de la metamorfosis
Impacientes
surgen de nuevo cicatrices
como una imperecedera memoria
en las tormentas de la noche
Elsa Sanguino.
Del libro “Equinoccios”. 1987.
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