¡Ah, otra de bocas!

Me encantan las bocas. Junto a las manos y los ojos, la boca es uno de los puntos focales para mi al momento de conocer una persona. Bueno, suelo observar la totalidad del conjunto, quizás dada esa tendencia por el trabajo creativo desarrollado en torno al cuerpo y su lenguaje, pero es en la boca donde siempre detengo por mas tiempo la mirada. El siguiente es un texto de Raúl de la Horra, psicólogo y escritor guatemalteco, que me gustaría compartir con Uds.

Elsa

Esta boca es mía

Bocas que hablan, que gesticulan, que sugieren. Bocas para decir y ser dicho, para besar y ser besado, para escuchar y ser escuchado. Bocas para comunicar y no entender. Bocas para comer, para tragar, para decir basta. Bocas para admirar y espantarse. Bocas para ser deseadas, perseguidas, olvidadas. Bocas torcidas, bocas osadas, bocas tímidas. Bocas locuaces, bocas voraces. Bocas. Bocas que leen, que discuten, que reflexionan. Bocas que quieren, que prometen. Bocas que no cumplen. Bocas que acusan y condenan, que protegen y salvan. Bocas para reír, para llorar, para cantar. Boquitas gozadoras, mordelonas, complacientes. Boquitas devotas que piden, que niegan, que dudan. Bocas que sonríen, que fuman, que esperan. Bocas hechas para consolar, para regañar, para instruir. Bocas para elogiar, para maldecir, para arrepentirse. Grandes bocas que escupen, que eructan, que vomitan. Bocas que tosen y estornudan. Bocazas falsas, fanfarronas. Bocotas irresponsables, fanáticas, traidoras. Que fingen, corrompen, deshonran. Que gritan, confunden, persuaden. Bocas destinadas a dar órdenes, a suplicar y a obedecer. Bocas para declarar verdades y enterrar certezas. Bocas para luchar, para convencer, para asombrar. Boquitas melosas, boquitas acariciadoras, boquitas pintadas. Y también boquitas pálidas, indolentes, quejumbrosas. Que murmuran, amordazan y no descansan. Que maman, que chupan, que bostezan. Que se entusiasman y languidecen. Bocas, bocas de todos los estilos y tamaños. Fragantes, sutiles, primorosas. Destinadas a perdonar, a explorar, a impulsar. Y bocas fruncidas, severas, pestilentes. Destinadas a fastidiar, a oponerse, a irritar. Bocas para hacer preguntas, para dar respuestas, para aprender. Bocas que silban, que coquetean, que excitan. Boquitas que dicen tonterías, que persisten y se envalentonan. Bocas para revelar secretos, para ocultar historias. Boquitas empalagosas y borrachas, pueriles y vacías. Boquitas alegres, boquitas traviesas. Que protestan y proponen, que argumentan y conmueven. Bocas que inventan pretextos, que se engañan. Bocas que buscan y no encuentran. Bocas que renuncian. Bocas invitadas a entrar por la gran puerta, a sentirse como en casa. Bocas que se aburren. Bocas que lo intentan todo, pero se cansan y largan. Bocas que endulzan, que enchilan, que envenenan la existencia. Bocas enamoradas, bocas místicas, bocas angelicales. Bocas elegantes y perversas, febriles y pudorosas. Bocas para degustar y ser degustadas, para lamer y ser lamidas. Bocas portentosas, bocas sin vergüenza. Bocas que hablan idiomas y construyen puentes. Bocas que odian la filosofía y aplastan imperios. Bocas, boquitas, bocotas. Bocas que nos transportan en cohetes imaginarios. Bocas que son plataformas de despegue y centros de llegada, templos de perdición y de éxtasis. Burdeles de la palabra, alcantarillas de la palabra, cuarteles de la palabra. Bocas miel, bocas aliento, bocas poesía. Bocas combatientes, bocas rendidas. Delirio, oasis, plegaria. Bocas que producen luz, que producen tiniebla. Paraíso e infierno. Vida y sufrimiento. Bocas que nos invitan a entregarnos y a exhalar el último suspiro.

Bocas, en suma, para ser invocadas, compartidas, narradas. Porque son tu boca, son su boca, son la boca de todos. Y es mi boca. Ésta, la que tartamudea, sueña y escribe. En nuestra lengua, aquí.

Raúl de la Horra / Guatemalteco, psicólogo y escritor.

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